Pero por otros caminos la innovación se produce en Norteamérica también con Frank Lloyd Wright, que trabajó con Adler y Sullivan, verdadero reducto de la modernidad en el Chicago de principios del siglo XX.
Influenciado por la tradición norteamericana de respeto al paisaje, puso objeciones a la industrialización y al predominio de las máquinas que condenaban al hombre al hacinamiento en barrios degradados.
Sus propias convicciones, la tradición de las “casas de la pradera” y su interés por la arquitectura japonesa, le condujeron a la creación de un modelo de vivienda unifamiliar que pudiera construirse como alternativa a las grandes concentraciones urbanas.
Esta arquitectura que él mismo bautizó como orgánica, pretendía conseguir la armonía con Dios y con la naturaleza.
Sus primeras “casas de la pradera” sacadas de la tradición americana, poseían volúmenes muy cúbicos, planta simétrica al exterior, aunque asimétrica al interior, con presencia de grandes aleros.
De Sullivan tomó los motivos decorativos en bandas, aunque en algunos casos prescindió de las ventanas de guillotina o ventanas Chicago.
Sus “casas de la pradera” a partir en la primera década del siglo XX fueron ya conocidas en Europa.
Su tipología quedo fijada en una construcción de gran horizontalidad y planta reticulada, que se encaja en una naturaleza a la que se abre mediante terrazas, con cubiertas en voladizo poco inclinadas.
Los interiores son una sucesión de espacios que se interpretan libremente, centrados por la imponente chimenea, un recuerdo de la arquitectura de los pioneros.
Las ventanas en cinta y la sinceridad en el empleo de los materiales las convierten en joyas que se adaptan a la personalidad de sus dueños, como en el caso caso de la Casa para William Frycke (1901-1902.Oack Park, Illinois) o la Casa Robie (1906, Chicago).
Wright continuó el modelo de decoración en bandas con motivos tomados del mundo oriental o de la decoración plana del arte maya.
Y es que, si en principio su arquitectura estaba pensada para personas de pocos recursos, finalmente se convirtieron en capricho de ricos industriales que dieron lugar a obras paradigmáticas como la Casa de la Cascada o Casa Kaufmann (1936-1937.Bear Run, Pennsylvania).
La fama de Wright, propiciada por su larga vida, se reforzó gracias a la empresa que formó con el ingeniero Paul Mueller, de la que formaban parte escultores como Richard Bock, ebanistas, vidrieros, decoradores o tapiceros, quienes elaboraron un estilo “Wright” contribuyendo a crear un estilo propiamente estadounidense, que, lo mismo en las casas en la costa o en la edificadas en los desiertos americanos, son un canto al triunfo cultural de la joven burguesía americana. &a