5.2. EL MITO DE LA “PROSPERITY”.

(Esto es un resumen del libro «Historia del cine» de Román Gubern)

El nacimiento del cine sonoro americano coincidió con el espectacular y desastroso crack económico de 1929.

Este desastre nacional generó en los ciudadanos una necesidad casi patológica de evasión y de diversión, la industria cinematográfica ascendió verticalmente.

Resulta difícil deslindar lo que deba atribuirse a la innovación del sonoro y lo que corresponde a los efectos morales del colapso económico.

La tremenda sacudida de la crisis tuvo la virtud de quebrar el ciego y difuso optimismo en el sistema capitalista, creado como reflejo durante una década de arrolladora y engañosa prosperity.

Los escritores americanos de los treinta darán un buen testimonio de esta pérdida de valores, de este súbito despertar a una amarga realidad: John Dos Passos, John Steinbeck, y Upton Sinclair, tomarán el camino de la narrativa social.

Franklin D. Roosevelt gana las elecciones de 1932 e inaugura la etapa del New Deal, que promueve el reformismo en el campo económico y social y estimula la autocrítica en el político e intelectual.

Hollywood en estos años parece alcanzar por fin una edad adulta con el examen crítico de los grandes problemas que ensombrecen el rostro del país, desde los grandes monopolios hasta el paro obrero, desde la administración de la justicia hasta la corrupción política, pasando por las instituciones penitenciarias y los problemas agrarios.

Un recorrido por la producción americana de los años treinta revela la vitalidad y vigor de sus testimonios sociales (12):

Sin novedad en el frente, de Lewis Milestone, es uno de los más violentos alegatos contra la guerra que ha producido jamás el cine.

Soy un fugitivo (1932), Mervyn Le Roy denunció las inhumanas condiciones de los presidios de Georgia, con una historia auténtica en la que el actor judeopolaco Paul Muni encarnaba magistralmente a la trágica víctima de un error judicial.

Tiempos modernos (1936); en la que Chaplin compone un retablo satírico- dramático sobre la taylorización y el desempleo.

Furia (1936) contra el linchamiento y Sólo se vive una vez(1936) sobre las dificultades en la reincorporación a la vida civil de un ex presidiario de Fritz Lang son dos violentas requisitorias.

The Black Legion (1937) de Archie Mayo pone en la picota la cofradía sanguinaria del Ku- Klux-Klan

Callejón sin salida (Dead End, 1937) de William Wyler expone el drama de la infancia miserable de Nueva York.

Las uvas de la ira (1940) de John Ford y The Land(1940-1941) de Robert Flaherty exponen la grave situación de los campesinos es el tema.

Las biografías sobre Pasteur (1936), Zola (1937) y Juárez (1939) que William Dieterle rodó, interpretadas todas por Paul Muni están alentadas por un militante espíritu democrático estuvieron también.

También la comedia, o una parte de ella, decide olvidarse de los frívolos enredos del mundo elegante, aunque, como de comedias se trata, siempre acaban con el mejor de los finales, con la injusticia derrotada por algún esforzado caballero de los nuevos tiempos.

El siciliano Frank Capra y su guionista Robert Riskin fueron los adalides de esta corriente del “optimismo crítico”, que quiere demostrar la inquebrantable salud del sistema democrático americano, en el que cualquier ciudadano puede convertirse en multimillonario o en presidente de los Estados Unidos. Sucedió una noche(1934) y El secreto de vivir(1936) son dos ejemplos.

El Código Hays de autocensura, entra en vigor en 1934 para los cinco titanes que controlan el negocio cinematográfico (Paramount, Metro-Goldwyn-Mayer, Fox, Warner Bros y RKO), más tres compañías menores (Universal, Columbia y United Artists).

Este tinglado lo manejan, en su base financiera, Morgan y Rockefeller.

El rigor puritano de Hays alcanza a la moral sexual, a la social, a la política y hasta a la racial.

Su objetivo final es que las películas americanas presenten una sociedad inmaculada, justa, estable, en donde la lacra y el error son sólo pasajeros y accidentales.

Una sociedad que insufle a los americanos el orgullo de ser tales y a los extranjeros la envidia de la calidad de los productos que utilizan.

La restricción actuará en muchos casos como excitante positivo de la imaginación erótica a través de las más rebuscadas e insólitas argucias freudianas.

Los directores tendrán que medir celosamente en adelante la longitud de los besos y los centímetros de desnudo.

Los mitos eróticos sufrirán naturalmente una transformación considerable.

Un factor decisivo fue la incorporación masiva de la mujer a la vida laboral, acentuada después de la crisis de 1929, que hace añicos las últimas estampas mitológicas de procedencia romántica.

La mujer se convierte en compañera de trabajo y de lecho, despojada de su complicado atavío mítico.

Es la secretaria y la dactilógrafa, la compañera de aventuras que encarnan Joan Crawford o Jean Arthur como arquetipos de la muchacha que quiere vivir su vida, libre y desenvuelta y espejo de millones de norteamericanas.

La acelerada democratización de la cultura no acepta personajes tan irreales y distantes como las divas de antaño.

Queda el triunfante mito de Marlene Dietrich como devoradora de hombres que ha nacido con El ángel azul. De la mano de Sternberg, la veremos evolucionar en Marruecos(1930), Fatalidad(1931), La Venus rubia(1932), Capricho imperial(1934) y Capricho español(1935).

Los géneros y ciclos, que repetían con variantes accidentales temas y fórmulas de comprobada rentabilidad, fueron los arietes de penetración comercial de Hollywood y garantizaron la estabilidad de sus mercados.

La primacía comercial de Hollywood en estos años se asienta en la gran aceptación popular de sus géneros: la comedia musical; el cine policíaco, de gángsters y carcelario; el cine fantástico-terrorífico, el cine de aventuras (exótico, epopeyas colonialistas, gestas del aire, dramas marítimos) y el film romántico.

Pero por encima de los ciclos y de las series emergió la personalidad de los grandes creadores, cuya obra se resiste al encasillamiento formulario, entre otros: King Vidor, William Wyller, John Ford, Frank Capra, Chaplin.

El mayor éxito comercial del cine sonoro americano nacerá también de la traducción cinematográfica de un best-seller, de la novela sudista y racista de Margaret Mitchell Lo que el viento se llevó (1939), iniciada por George Cukor y concluida por Victor Fleming, que impone definitivamente el procedimiento Technicolor y con sus recaudaciones se coloca a la zaga de El nacimiento de una nación. dex

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