31.5. La Guerra de los Siete Años (1756-1763) y los conflictos posteriores.

Aunque hasta mediados del s. XVIII la oposición entre los Borbones y los Habsburgo parecía seguir dominando el juego diplomático europeo, la espectacular ascensión del reino de Prusia no podía quedar sin consecuencias.

Franceses e ingleses se habían enfrentado ya:

  • en el ámbito americano donde surgieron los primeros incidentes que acabarían en conflicto.
  • en la India también hubo incidentes, pero en diciembre de 1755, las compañías francesa e inglesa allí implantadas acordaron no intervenir en los asuntos indígenas y devolver las conquistas realizadas desde 1748. Sin embargo, el tratado no pudo ser cumplido ya que la declaración de guerra del 10 de enero de 1756 repercutió inmediatamente en este escenario.

En el continente europeo hubo un acercamiento entre Inglaterra y Rusia, a ambas les unía el enfrentamiento con Prusia. Federico II por su parte se dio cuenta de la importancia de esta amenaza y firma del tratado de Westminster, en 1756, por el que Londres y Berlín se garantizaban mutuamente sus posesiones en el continente, pero en ningún caso para la guerra marítima que enfrentaba ya a Francia e Inglaterra.

María Teresa I tenía como objetivo la recuperación de Silesia, y para ello necesitaba la neutralidad francesa. Se firma del Primer Tratado de Versalles en 1756, que suponía que ambas potencias a socorrerse militarmente, dejando siempre al margen los compromisos de la guerra marítima.

Los representantes francés y austríaco lograron formar una triple alianza con la zarina Isabel I.

Federico II invade Sajonia.

Se forman dos bloques:

  • Gran Bretaña y Prusia (y algunos príncipes alemanes)
  • Luis XV, María Teresa I y la zarina Isabel I.

La agresión a Sajonia decidió a Suecia a salir de la neutralidad, con el deseo de recobrar la Pomerania.

Sólo España y Holanda parecían decididas a quedarse al margen.

En1757 un segundo Tratado de Versalles reforzaba la alianza franco – austríaca.

El conflicto, que movilizó un contingente de tropas desconocido.

Hubo dos guerras distintas:

  • La marítima colonial entre Francia e Inglaterra.
  • La continental

La pérdida de Hannover y de Menorca a manos francesas crearon una crisis en Inglaterra que acabó en noviembre de 1756 con el nombramiento de William Pitt (el viejo) como secretario de Estado.

Federico II fue detenido en Kollin por las tropas austríacas. Por el norte los suecos desembarcaron en la Pomerania. Al este el ejército ruso ocupó la parte oriental. Sin embargo, una atrevida maniobra y sus bien disciplinadas tropas le proporcionó una importante victoria sobre el ejército franco – austriaco en Rossbach. Ello permitió a Federico II, después de otro significativo triunfo en Leuthen, recuperar Silesia. Entonces negoció un nuevo tratado con Inglaterra que le aportaba subsidios y refuerzos para defender Hannover. Ya mediado 1758, rechazó no sin dificultad a los rusos en Zorndorf, con lo cual se ponía fin a la ocupación de su territorio.

En Francia, el peso financiero de la guerra era mucho y, además, la alianza austríaca era mal comprendida, con lo cual se limitaron a intentar defender Hannover, que finalmente perdieron. Pese al tercer tratado de Versalles, en 1759, que le permitía centrarse en la guerra marítima, los resultados fueron decepcionantes, ya que en las colonias los avances ingleses eran imparables, esto significaba el repliegue de Francia como potencia americana.

Pese a los triunfos rusos y austríacos, Federico II, supo sacar provecho de las indecisiones de sus enemigos y consiguió derrotarlos en 1760, tanto en Silesia como en Sajonia.

Pero sus fuerzas estaban agotadas y sus relaciones con Inglaterra se deterioraban visiblemente. Jorge III (1760 – 1820), que se sentía más inglés que alemán, quería la paz, debido a lo cual Pitt (el Viejo) abandonó el gobierno en octubre de 1761.

En 1762, España entraba en guerra como consecuencia de la firma del Tercer Pacto de Familia con Francia en agosto del año anterior. Con ello, el conflicto marítimo se reforzaba, ya que eran precisamente los litigios en América con Inglaterra lo que le había llevado a intervenir.

Pero Rusia firmó la paz con Prusia en 1762.

Las conversaciones de paz comenzaron favorecidas por los triunfos ingleses en el Atlántico, en 1763 se firma el tratado definitivo (Tratado de París de 1763).

Inglaterra engrandecía su imperio colonial con las cesiones territoriales de las otras dos potencias firmantes.

Francia, la más afectada, perdía algunas islas en las Antillas, aunque recobraba la Martinica, Guadalupe y Santa Lucía, y debía abandonar el Canadá, Cap Breton y las islas del San Lorenzo, así como el valle de Ohio y la orilla izquierda del Mississippi, guardando sólo en América del Norte dos pequeños enclaves, así como el derecho de pesca en Terranova. En la India quedaba reducida a su situación de 1748 y en África perdía el Senegal.

España, por su parte, aunque recuperaba La Habana y Manila, debía ceder la Florida, recibiendo como compensación por parte de Francia el territorio de la Luisiana.

Federico II y María Teresa I firmaron el tratado de Hubertsbourg en 1763. Por él, Prusia incorporaba definitivamente Silesia y el condado de Glatz, Sajonia era devuelta a su elector y Federico II se comprometía a sostener la candidatura del futuro José II al trono imperial.

Como resultado de la guerra, tanto Inglaterra, como indiscutible primera potencia marítima, como Prusia, cuya capacidad para hacer frente a las mayores dificultades había asombrado a todos, habían adquirido un prestigio considerable.

Pero Inglaterra rompió con Prusia en 1762.

Se establecieron dos bloques: Rusia y Prusia, Francia y Austria.

En las tres décadas que siguieron a la Paz de París de 1762 sólo hubo el breve enfrentamiento de la Guerra de Sucesión de Baviera.

Si en el seno del Imperio parecía que los problemas se habían solucionado, no pasaba lo mismo en los territorios extraeuropeos, donde la coalición formada por las dos potencias borbónicas pretendía equilibrar el predominio naval británico y aprovechar cualquier fisura que se produjera en sus dominios.

La rebelión de las colonias americanas dio la oportunidad a Francia y España de vengarse de los británicos.

31.2. El sistema de Utrecht.

La derrota del bando borbónico en la guerra europea supuso la desmembración de la monarquía transmitida por Carlos II a Felipe V.

El objetivo principal del último de los Austrias españoles, que le había llevado a entregar la corona al nieto de su mayor enemigo, quedaba así incumplido.

En adelante. España se reduciría básicamente al territorio actual, aunque conservó su inmenso imperio ultramarino.

Las paces concluidas entre los diversos países, en Utrecht (1713) y Rastadt (1714), suponen la reorganización de Europa a partir del reparto de los despojos de la extinta Monarquía en España.

Pero las paces marcaban también la derrota final de Luis XIV y el fin de la hegemonía francesa.

Si en Westfalia había aparecido la idea del equilibrio entre naciones, Utrecht – Rastadt consagró el equilibrio como el principio rector de las relaciones internacionales.

Su base era la idea de la balanza de poderes en el continente, cuyos dos platillos serían respectivamente Francia y Austria, y el fiel Inglaterra, el garante exterior desde su aislamiento insular y su cada vez más evidente dominio de los mares.

Las paces incluían buen número de acuerdos, de carácter político, territorial y comercial.

Entre los primeros, destaca el reconocimiento de Felipe de Borbón como rey de España, que aceptaron todos los firmantes a excepción del emperador, quien seguía autotitulándose como Carlos III.

Previamente, el soberano español hubo de renunciar a sus derechos sucesorios a la corona de Francia.

Por su parte, Luis XIV, quien apenas salió perjudicado por los acuerdos, se vio obligado a interrumpir su apoyo a los Estuardo pretendientes al trono inglés.

Dos soberanos europeos fueron reconocidos como reyes: el elector de Brandemburgo, que ya en 1701 había obtenido del emperador el título de rey de Prusia, y el duque de Saboya, quien recibió de España el reino de Sicilia.

Asimismo, se creó un nuevo electorado imperial: Hannover, vinculado a Inglaterra por el Acta de Establecimiento (1701) que adjudicaba a los duques la sucesión del trono inglés, como habría de hacerse efectivo en 1714, cuando el duque – elector Jorge Luis (1698 – 1727) se convirtió en Jorge I de la Gran Bretaña (1714 – 1727).

Las cláusulas territoriales afectaron, en su gran mayoría, a los dominios europeos que hasta entonces dependían de España.

Casi todos ellos pasaron a Austria, que recibió los Países Bajos, Luxemburgo, el ducado de Milán, los presidios de Toscana, el reino de Nápoles y el de Cerdeña (que cambiaría a Saboya, en 1720, por Sicilia).

Al duque de Saboya pasaron algunos territorios de la Lomellina y la Valsesia, que pertenecían a la Lombardía española.

Francia, a pesar de su retroceso internacional, logró mantener las principales adquisiciones del largo reinado de Luis XIV, si bien tuvo que abandonar algunas de las localidades más avanzadas conseguidas los años anteriores en los Países Bajos: Furnes, Ypres, Menin, Tournai y Poperinghe. Asimismo, se vio obligada a demoler las fortificaciones de Dunkerque, frente a la costa inglesa, y hubo de ceder a Inglaterra una serie de posesiones coloniales, como Acadia y Terranova, importantes por las pesquerías, la bahía de Hudson (pieles), o la isla de S. Cristóbal en las Antillas. A cambio, incorporó definitivamente el ducado de Orange, posesión situada en su interior que, tras haber ocupado en dos ocasiones, se había visto obligada a devolver en Nimega y Ryswick.

Las Provincias Unidas recibieron el derecho a situar guarniciones, de carácter eminentemente defensivo, en una zona de los Países Bajos fronteriza con Francia, la llamada “barrera”, que abarcaba las plazas de Tournai, Menin, Ypres, Furnes, Mons, Charleroi, Gante y Namur.

Prusia, por su parte pasó a dominar el Güeldres español y el principado de Neuchâtel, en Suiza.

Resulta curioso que el botín de Inglaterra en Europa se redujera a Gibraltar y Menorca; sin embargo, el interés prioritario de la recién constituida Gran Bretaña estaba en el ámbito marítimo y mercantil.

Por ello, las llamadas cláusulas comerciales le abrían unas enormes posibilidades en las Indias españolas.

Aparte del título de “nación más privilegiada” en el comercio colonial hispano, que antes poseía Francia, recibió el derecho de “asiento” y el navío de “permiso”.

El primero le permitía, inicialmente durante treinta años, el monopolio del comercio de negros, con una escala en el Río de la Plata, mientras que, por el segundo, tenía derecho a enviar, una vez al año, un navío de 500 toneladas a las Indias españolas.

La realidad superaría con creces ambas concesiones, que supusieron la primera quiebra legal del monopolio hispano sobre el comercio de Indias.

Inglaterra se consolidaba como la gran potencia mercantil del futuro, apoyada además en las grandes ventajas que el reciente tratado de Methuen le otorgaba en el ámbito colonial portugués.

En ciertos aspectos la Guerra de Sucesión de España no fue sino una más, aunque la más decisiva, de las guerras mercantiles y coloniales iniciadas en el siglo XVII y que habrían de intensificarse en el siglo siguiente.

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